jueves, 20 de mayo de 2010

Ahora sé porqué motivo dejé de escribir. En mi fuero interno traté de convencerme de que la desidia se había apoderado de este don o esta maldición que en demasiadas ocasiones me ha empujado a describir con mis dedos lo que con mis propias palabras no puedo. Mas, extraña e irónicamente, es en este momento de extremo delirio cuando comprendo con mayor lucidez que esa vaguedad no era tal, sino el producto del miedo que me producía ponerme frente a la hoja en blanco y que lo único que fuera capaz de escribir fuera tu nombre.


Pensé durante largo tiempo que te habías llevado mi capacidad para expresarme, pero que equivocada estaba. Sólo acuciaste mi deseo de expresión, mis ganas infinitas de declarar a cada instante lo que sentía, lo que me arañaba las entrañas insidiosamente, lo que retumbaba en mi cabeza como un eco ensordecedor...


Tú me has dado todas las palabras y motivos para escribir sin parar, más de lo que hubiera deseado y, sin embargo, he tenido miedo de enfrentarme a ellas como si de esa forma pudiera silenciar las voces que en mi mente no dejaban de susurrarme que debía escribir por y para ti.


Ahora me siento extraña, torpe e incluso incapaz de darle sentido a aquello que durante tanto tiempo he tratado de desterrar al imperio del olvido. Y me creía la falsa mentira de que se trataba de esa capacidad innata para escribir, pero en ese mundo alternativo era a ti a quien no quería darle espacio, salvo en un lugar remoto en el que quería acumular las cosas que no deseaba recordar, entre ellas, tú.


Pero la mente humana es caprichosa y si despierta podía y me empeñaba en dejar de escribir una historia de la que tú no fueras protagonista, en el mundo de mis sueños, el sólo hecho de cuestionarlo era ya un imposible. Allí, en el delirio de mi subconsciente, no sólo eres protagonista, sino dueña de un mundo que es tuyo y solamente tuyo. Y yo, por supuesto, tu devota subordinada.


Creía que dicho mundo existía únicamente en mis sueños, pero ahora, más despierta y más dormida que nunca sé que soy incapaz de sublevarme ya no a ti, sino a mis impulsos. Me revelo como mi propio enemigo cuando me siento cautivada por un embrujo febril del que no me permito despertar. Vagamente he logrado para mi efímera satisfacción creerme la falsa ilusión de que podía salir de esa turbulenta espiral de amor que trazaste para mi pero ahora sé que sigo inmersa en ella, justo en el punto crucial donde se desencadena una violenta vorágine que lleva a mi cabeza a dar vueltas y más vueltas buscando una salida, no esa que me libera de este dolor, sino esa que me lleve ante tu mirada aún cuando irónicamente sé que las expectativas de tus ojos se posan tan lejos de mi...


Pero no deseo ser observada por unos ojos que no me ven. Y es por eso, que quizá he caído en la cuenta de que esta locura ha llegado demasiado lejos y que para curarme necesito dejarte fluir entre palabras por el día para que, por las noches, no me atormenten los caprichos de un recuerdo que se presenta a reclamar un cuerpo, unos labios... en una realidad donde todo es ficción, donde no existen tus besos, ni tus caricias. Sólo existe la angustia que experimento cada mañana al despertar, al ser desterrada de ese mundo que inventé para ti y para mi a uno en el que sé que debo olvidarte inevitablemente.


Comprendo al fin que el dolor no deriva de cada palabra que dejo escapar, sino de los recuerdos inconscientes que me empujan una y otra vez a ti. De esa violenta espiral de la que me impido salir. Quizá tenga que dejar de empeñarme en abandonar las palabras y, simplemente, aceptarlas. Tal vez sólo ellas puedan devolverme al mundo real y hacerme olvidar que mis sueños sólo traen a mi cabeza un fantasma. Quizá sea hora de empezar a escribir esa hoja en blanco...


...quizá y sólo quizá, por una vez, no importe que sea tu nombre lo primero que escriba en un papel...

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