viernes, 4 de junio de 2010

Tic... tac...


El titilante ruido de dos simples manecillas de un reloj puede resultar algo ensordecedor cuando sabes que el tiempo corre en tu contra...


¿Pero en contra de qué corre mi tiempo? A veces pienso que su único intento consiste en huir de mi misma en un vano esfuerzo por deshacerse de aquello que es una pesada carga de la que resulta indefectible liberarse.


Sé que mi tiempo no correrá nunca más por ti y por mi, porque realmente, jamás llegó a existir un tú y yo ayer, ahora y, mucho menos, mañana. Pero resulta inevitable, superior a mis fuerzas pues cuando se trata de ti no puedo mostrarme sino como el ser más humano de la tierra, irracional en todos mis sentidos, actos y palabras.


He querido creer en la posibilidad de encauzar un sentimiento y ponerlo en el camino correcto, pero ahora veo que todos los esfuerzos me llevan al mismo punto de partida, ese en el que tú me esperas guardando el velo de mi poderosa y embustera imaginación pero no el de un mundo real dónde puedas ofrecerme la posibilidad de poner fin a esto que comenzó como un inocente juego y ahora parece no tener fin en mi.


Entiendo qué es lo que debería hacer, porque nunca un silencio interior había resultado desprender un grito tan desesperanzado y, a la vez esclarecedor, pero la debilidad, no en el sentido amplio de la palabra, sino la que siento por ti, me impide darte fin.


Sé que no debo temer perder por unas palabras que no se atreven a abrirse paso por mi garganta y salir a la superficie. Simplemente, no puedo perder porque nunca gané. Y ahora es tarde para que pueda parar una partida que me empeño en seguir jugando cuando soy consciente de que fue perdida incluso mucho antes de empezarla.


Ni siquiera contemplo la posibilidad de luchar por una revancha pues sólo sería una forma más de devolverme continuamente a la casilla de salida, dónde, sin poder evitarlo, ya parezco permanecer impávida esperando que ejecutes tu próximo movimiento, ese que sé que nunca llegará.


No vas a permitirme llegar a la final, pero tampoco puedo evitar seguir ansiosa esperando el pistoletazo de salida en la casilla de partida. Quizá, aquello que contabilizaba el tiempo de duración de esta partida debió de romperse para mi y aún sigue sonando en mi cabeza...


...ese tic, tac, que es todo lo que puedo escuchar mientras veo como el tempo de la vida transcurre para ti, pero no para mi...



- Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado aquel en el que se pudo - Marie von Ebner-Eschenbach